Era un día normal menos en una cosa: llegaba
tarde a mi primer día de instituto. Mi padre no me había despertado, se había ido a
trabajar. Cuando fui al colegio, por el
camino me di cuenta de que me había
dejado algo, pero no sabía el qué. De golpe me acordé de que me había dejado
a mi hermana de 14 años, Carolina. Como
hermano mayor la tenía que a acompañar
al cole. Cuando volví a casa vi que mi hermana no estaba, me asusté y
llamé a mi padre, que es policía ,y me dijo que la había llevado al instituto. Cuando fui al instituto llegué
tarde, me castigaron a fuera, donde
había dos chicos más. Les pregunté por qué estaban fuera y me dijeron que
habían llegado tarde. Cuando nos dejaron
entrar a clase nos pusimos juntos y estuvimos hablando. Cuando terminaron los
clases fuimos hacia casa para hacer los deberes y jugar con las consolas.
Por el
camino vimos un hombre en el suelo lleno de sangre, con agujeros en el cuello.
La policía decía a todos que se apartasen.
Seguimos caminando y hablando de lo que había
visto. Carolina dijo que seguramente había sido un lobo, pero que nunca había
visto un mordisco tan grande.
Cuando llegamos a casa estuvimos estudiando.
Carolina puso la radio y dijeron que había una epidemia de gente que, cuando mordían a alguien, se
volvían locos, pero me dijo que estuviera tranquilo, que en esa emisora
siempre hacían bromas.
De golpe se puso la tele en blanco y se
apagaron las luces. Les dije que teníamos que salir a fuera a poner bien los
fusibles, que había pasado muchas veces y sabía arreglarlo, de repente se escuchó un ruido como si
golpeasen la puerta y los cristales.
Sonó el teléfono, lo miramos fijamente y lo
cogimos.
Era mi padre, me llamó al móvil y dijo que no saliese de casa, que cerrase las
puertas bien. Me dijo que si entraba alguien,
aunque lo conociera, apuntara a
la cabeza. Me dijo que me fijara si tenía sangre por los lados y mordiscos. Le
pregunté qué estaba pasando. Dijo
que la gente estaba infectada por un
virus y que habían comenzado a comerse entre
otras personas. Como los zombis, le dije asustado.
Me contestó que estuviera tranquilo, que le
hiciera caso y que todo iría bien. Pero
que si pasaba algo que fuésemos a casa
del tío Jon, que tenía armas. Carolina bajó de su habitación y dijo que había
visto por el balcón a gente que parecían
enfermos llenos de sangre y heridas como si fueran zombis.
De golpe escuché un ruido que provenía de
la habitación de Calorina, subí a ver lo
que pasaba, le dije que se quedara quieta, comenzamos a escuchar ruidos
extraños, como si golpeasen en la pared y la puerta.
Fuimos poco a poco por la puerta de atrás para
ir a casa del tío. Cuando salimos vimos
gente sangrando y cuerpos destrozados por la calle.
Cuando llegamos a casa de mi tío, que estaba
cerca, mis amigos preguntaron si podían ir a buscar a su familia, mi tío les
contesto que ya irían al día siguiente, que tenían que reforzar la casa,
tapando ventanas y puertas.
Pasaba el tiempo, pero mi padre no venía, me preocupé y pensé en ir
a buscarlo, pero mi tío me dijo que a mi padre no le iba a pasar nada, que
estuviera tranquilo y que no olvidara que era el sargento de los policías. En
ese momento se escuchó en la radio un mensaje del jefe del gobierno:
“Atención todo el mundo que esté escuchando supongo que habrán
visto lo que está pasando. Les quiero pedir que nadie salga de su casa. Cojan
un arma para defenderse de esos monstruos,
el ejército militar pasará a buscar a los que no estén infectados cuando
amanezca. Y si ven a alguien infectado no dejen que se les acerque, mátenlo. Es un peligro tener a un infectado
al lado.”
Cuando paró la radio nos pusimos a revisar si
estábamos infectados. Mi tío me dijo que
buscase en el ordenador a ver si encontraba alguna información. Encontré un
video de dos científicos y dos creyentes de Dioses:
“Es el
fin del mundo, los diablos han bajado a matar a todo los humanos“, decían los creyentes
de Dioses.
“Lo que está pasando solo era un virus.
Nosotros haremos todo lo posible para encontrar la cura de este virus”, decían
los científicos.
Se podía curar, los religiosos decían que la
ignorancia sería nuestra muerte por pecar y no arrepentirnos. Mi tío decía que
esto es cosa del estado, que se les habría escapado un virus, pero que él
estaba preparado para estos casos. Sacó 5 armas y dijo: “sabéis utilizarlas?”
dijimos que sí y nos dijo que si mordían a algunos de nosotros les volásemos
los sesos. Picaron a la puerta, mi tío miró por la mirilla, era mi padre. Nos
contó que a las 6 de la mañana había que despertarse, que iríamos a la montaña,
que allí tendríamos alimentos y ningún peligro,
ya que no había gente y no habría virus.
Mis amigos le dijeron que tenían que ir a
buscar a sus padres, les dijo mi padre que les llamaran para quedar en la
montaña. Pero el teléfono no daba señal. Mi padre tocó la antena. Llamaron,
pero nadie contestaba. Mi padre nos dijo que fuéramos tirando hacia la montaña,
que él iría a comprobar si los padres de mis amigos estaban vivos.
Por la noche nadie podía dormir, todos
confusos, pensativos y asustados. Cuando salimos de casa no había ningún
cuerpo. Era muy extraño. Mi padre fue en su coche de poli a buscar a los otros
padres, y nosotros, en el coche de mi tío, íbamos en dirección a la montaña.
Mis amigos por el camino estaban mudos, mi tío les dijo que tranquilos, que sus padres no hubieran contestado al
teléfono no significaba que hubiera pasado nada, que tenían que ser fuertes y
tener esperanza.
A mitad de camino nos quedaba poca gasolina.
Paramos en una gasolinera. Todo estaba muy tranquilo… y entonces vimos cuerpos
tumbados y quemados. Lo más extraño era que tenían colmillos, como los
vampiros. Mi tío iba a sacarle un colmillo a una de esas cosas cuando salió un
hombre que le apuntaba, y le dijo “quieto, dame las llaves del coche”. Mi tío
se llevó la mano al bolsillo, pero sacó una navaja y se la clavó al hombre en
la cabeza.
Después de llenar el depósito seguimos por
carreteras secundarias hasta llegar a la montaña. Por fin llegó mi padre. Mis
amigos le preguntaron ansiosos por sus padres. Él les dijo que no los había
visto, pero que no se preocuparan,
porque en sus casas no había signos de violencia. Quizá había pasado por allí
el ejército y los había llevado a un campamento de refugio.
De repente por la noche se escuchó un ruido muy
extraño, se apagaron las antorchas y la brisa del aire traía un olor
desagradable, como a muerto y sangre. Miramos hacia arriba y cuando volvimos a
mirar abajo vimos cómo unos seres se acercaban rápidamente hacia nosotros
asustados y sin visión alguna. Intentamos escapar. Los pocos que llegamos al
sitio acordado era como si hubiéramos muerto como ellos. Pregunté por mi padre, pero no lo habían visto. En el momento en que
estaba más asustado que nunca apareció mi padre, pero detrás suyo estaban ellos. No era el mismo de antes, estaba infectado. Cuando
estábamos sin escapatoria nos atacaron, pero aparecieron unos helicópteros y un
camión militar y dispararon. Después nos llevaron al campamento. Allí estaban
los familiares de mi amigos. Ellos estaban contentos, pero yo no, porque había
perdido a mi familia, solo me quedaba mi tío.