divendres, 9 de desembre del 2011

LA SOMBRA DEL CASTILLO

 
 
Eran más de las doce de la noche, el castillo se erguía con la luna llena de fondo. Jordán se sentó con la espalda apoyada al árbol que se encontraba tras de sí.

 
—Tanto si vuelvo ahora como si no, me ganaré una bronca, ¿debería echar un vistazo a ese castillo? —echó la cabeza hacia atrás, el sueño empezaba a poder con él. De repente, oyó una risa. Se levantó de un salto y con una rápida zancada se plantó delante del puente. —Siempre me han dicho que el cementerio está lleno de valientes pero…—dijo mientras mostraba una amplia sonrisa—“quien no arriesga no gana”.
Dicho esto se internó en el castillo pasando por aquello que antaño había sido un gran portón del cual ahora, tras haber soportado cientos de batallas, apenas quedaban unas bisagras oxidadas. Pero Jordán no era consciente del peligro que se cernía sobre él.
En el interior del castillo había una gran sala que, en el pasado, podía haber sido una capilla, aunque ya no quedaba rastro de bancos donde se sentaran los creyentes, ni atriles desde donde predicaran los evangelios. Grandes columnas sostenían la bóveda. En ese momento, Jordán oyó un sonido de pasos. Se dio la vuelta y solo pudo ver una silueta encapuchada en la entrada.
— ¿Quién …—no acabó de pronunciar las palabras que estaban en su mente cuando vio la guadaña que empuñaba su contrincante. Estuvo a punto de decir algo, pero no le dio tiempo. Aquel sujeto dio un salto sobrehumano, colocándose a un metro por encima de él. Jordán abrió los ojos más de lo que los había abierto en la vida mientras aquel ser caía hacia él.
Sus reflejos le salvaron la vida, en el último segundo consiguió echarse a un lado y esquivar la guadaña, pero aquel individuo era más rápido que él y con una increíble velocidad, se giró sobre sí mismo y le golpeó con el antebrazo. Jordán salió volando y se estrelló contra una columna. Aquel ser se volvió para recoger su guadaña, que había quedado clavada en el suelo, al tirar de ella no consiguió (arrancarla) sacarla. En ese momento Jordán vio unas escaleras, se levantó tan rápido como pudo y corrió hacia ellas. Una vez arriba se dio cuenta de su error: aquel camino no tenía salida, conducía a una torre del castillo.
Jordán llegó a la cúspide de la torre. Era un espacio circular coronado por unas almenas. Con una rápida zancada se plantó al otro lado de la torre, justo en el borde del precipicio. Si intentaba saltar sería una muerte segura. Se dio la vuelta y aquel ser volvía a estar allí. Esta vez Jordán no tenía escapatoria, así que dio un salto en el vacío mientras miraba hacia atrás. Ese fue su último error. Cuando volvió a mirar a aquel ser, este estaba trazando un corte vertical hacia él.
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Jordán abrió los ojos. Estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en un árbol: todo había sido un sueño, suspiró aliviado… Pero cuando volvió a abrir los ojos, aquella criatura volvía a estar allí; justo enfrente, la luna llena recortaba su siniestra silueta. A Jordán se le heló la sangre mientras aquel ser se descubría la cabeza echando hacia atrás la capucha. Siempre había oído decir que los ojos son las ventanas del alma. Si eso era cierto, aquel ser no tenía alma; pues mientras su ojo derecho era negro como la noche misma, el izquierdo era rojo como la sangre. Le mostró una sombría sonrisa. A Jordán se le paró el corazón cuando sobre él cayó una terrible sospecha. Bajó la mirada a su pecho, y allí había un corte que iba desde el hombro izquierdo hasta la cintura.
BLACK WOLF (4t d'ESO)


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